Siempre que los abusos sexuales tocan a leyendas culturales, el público actúa con una doble vara de medir: es así como maltratadores y violadores siguen gozando del majestuoso aplauso del palco independientemente de lo que hayan hecho, porque todavía hay quien dice que hay que separar la obra del artista. Una pantomima que sirve para seguir vitoreando al ídolo sin sentirse mal. Así se trata públicamente a Pablo Neruda, a Plácido Domingo, a Roman Polanski, a Diego Maradona.
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