El escándalo, o mejor dicho el acto de escandalizarse y/o pretender escandalizar, entiende poco de sutilezas, va a por lo gordo, es torpe, adicto siempre al grito pero nunca al susurro. Es generalmente una suerte de daltonismo unidimensional que si logra entender el continente se le escapará el contenido, y viceversa. El escándalo, tan impostor como lleno de impostura, es el hobby de una sociedad que lleva escorando hacia el más peligroso puritanismo desde hace tres décadas.
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