Víctor solía dormir con su madre. Ocupaba el lugar de la cama que dejaba vacío por las noches su padre, que se iba de madrugada a trabajar de guarda de seguridad en un centro comercial en sus horas de cierre, patrullando pasillos vacíos. Solos, en la oscuridad de la habitación, madre e hijo a menudo recordaban a Roberto, el hermano mayor muerto un año atrás. Aquella pérdida arrasó con ellos, pero en última instancia se tenían el uno al otro a oscuras, en una escena que parecía sacada de la infancia.
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