Feijóo aterrizó en el PP hace algo más de un año como una suerte de pegamento para unir a un partido malherido por la guerra que lo abrió en canal. Él mismo avisó desde el principio de que jugaría con una sola bala. Si no lograba su objetivo, dijo, se marcharía. El líder popular ha vuelto a situar al partido como primera fuerza tras siete años con la cabeza gacha. Subió 47 escaños respecto a 2019. Ganó en 40 de las 52 provincias. Y, sin embargo, la sensación es de fiasco.(accesible en modo lectura)
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