Hemos visitado los badulaques de la nación catalana, de Tortosa a Verga, para concluir con pesar que el mal gusto no conoce fronteras o, mejor dicho, que la proliferación de fronteras fomenta el horterismo. A nosotros, que chapurreamos el catalán en la intimidad, esto de cubrir la tapa del wáter con una funda de la estelada nos resulta tan catalanista como usar la Moreneta como pisapapeles.
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