"Si hemos esperado cien años para la independencia, podemos esperar otros tres meses". Esas fueron las palabras de Lojze Peterle, demócrata-cristiano, primer ministro de Eslovenia cuando el 11 de julio de 1991 su parlamento aprobó con 189 votos a favor, 11 en contra la declaración de Brioni, un acuerdo para aplazar tres meses la independencia. Un proceso que se fraguó quince años atrás, con el enfrentamiento de su sociedad civil con las viejas instituciones comunistas en el contexto de una crisis económica y el ascenso de Milosevic.
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