Venía escuchando en la radio a un comentarista hablando de Cataluña y repitiendo que, por muy mal que se pusieran las cosas, una guerra civil “era imposible”. Pero las guerras nunca son imposibles. Improbables, lo más. Posibles siempre donde existan la estupidez, la ambición, la codicia y el odio. Y no sé ustedes, pero yo no conozco ningún sitio libre de esas faltas. Cubrí guerras civiles en Afganistán, Cachemira, Nepal, o Filipinas. En algunos de esos lugares llevaban tanto tiempo matándose que habían olvidado por qué lo hacían.
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