Retroprogreso es lo que me ha pasado a mí con el tren: desde que llegó el AVE a Málaga, he tenido que volver al autobús. Yo era feliz con el tren anterior, el Talgo 200. El viaje a Madrid duraba poco más de cuatro horas y daba para todo: para leer, para ver la película, para tomarse un café en el bar, para divagar con los paisajes. Todo en la medida justa: incluso el precio, perfecto en relación con el servicio. El AVE redujo a la mitad el tiempo, pero disparó la tarifa (parece que esta fue la primera en montarse en la nueva máquina).
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