En España no hay muelles públicos y la legislación ha endurecido las condiciones para llevar un bote al mar, lo que obliga a los aficionados a la vela ligera a entrar en los clubes naúticos. Allí, rencillas entre socios, juntas directivas incompetentes, estatutos esotéricos, marineros hartos, regatas, cumpleaños infantiles, cerveza barata, y amarres caros: toda la complejidad de mundo cabe en un club náutico... especialmente la del poder del dinero.
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