Durante veinte minutos el toro es sometido a un acto de tortura, equiparable a cualquier otro caso de tortura, ya que implica infligir intencionalmente sufrimiento extremo y prolongado a un ser sensible e indefenso, sin su consentimiento. El proceso de la lidia genera indignación, al tratarse de una práctica abusiva que concluye con la muerte lenta de un animal que permanece siempre consciente de lo que ocurre a su alrededor.
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