“Lo único que me llama la atención es que haya tenido cuajo suficiente para aguantar la presión durante casi año y medio”, dice un cliente más o menos de la edad del detenido, que toma un café acodado en la barra. Porque al Chicle se le tiene poco menos que por el tonto del pueblo, un don nadie, un hombre tal vez capaz de hacer una barbaridad, pero sin las agallas suficientes para mantener el secreto sobre un cadáver tan buscado...
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