[...]Yo pensaba que mi viaje iba a acabar con siglos de angustia y largas comidas, además de luchas interminables con los últimos fideos, esos que se resisten a ser agarrados y que al final se dejan en el fondo del cuenco por pereza y después de esfuerzos, lágrimas y calambres en los dedos.[...] En la Decadencia del ingenio hacen un regalo histórico a China... el tenedor.
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