Hoy, Valladolid apenas recuerda lo ocurrido en los dos autos de fe de la Plaza Mayor en el que un centenar de protestantes, alumbrados y erasmistas de la villa fueron juzgados por herejía. De ellos, 27 fueron llevados a la muerte: por garrote si se arrepentían, en las llamas si persistían en su fe. Casi 500 años después, en las calles de la ciudad no hay nada que señale lo que allí sucedió. No hay placas que recuerden dónde estaba el quemadero.
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