Es la principal conclusión de un estudio realizado por investigadores del Hospital Brigham and Women’s de Boston (EE.UU.) que han demostrado por primera vez en humanos que no hace falta estar expuestos durante horas a luz artificial de noche para que el ritmo circadiano, encargado de regular las funciones fisiológicas del organismo en ciclos de 24 horas, se vea perturbado. Los pulsos de luz intermitentes, como los provocados por un simple vistazo al teléfono, son capaces también de desajustar ese reloj interno.
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