Todo estaba en su sitio, el dinero, las influencias y las putas, conviviendo en plácida normalidad, hasta que en octubre de 2009 una marea de guardias civiles llegados desde Pontevedra y Madrid entraron a fuego en la comandancia de la Guardia Civil y en los principales prostíbulos de la ciudad. Luego, con el tiempo, le fue llegando el turno a la comisaría de Policía Nacional y a otro buen montón de lugares que hasta entonces pertenecían a la ciudad en la que nunca pasa nada.
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