Parecía que la maquinaría de propaganda yanqui había utilizado todas las técnicas y todos los argumentos imaginables para intentar inspirar a los cubanos un disgusto hacía su Revolución y el deseo de emigrar. Faltaba lanzar la idea de que uno puede soñar con prosperar en el paraíso norteamericano donde se puede disfrutar la “libertad” de convertirse en “estrella” de la industria pornográfica.
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