Turistas, no vengáis, es una trampa. Va en serio. Os lo decimos los de aquí, que sabemos lo que hay. Una vez visto el Guggenheim y, tras la foto de rigor junto al Puppy, lo que queda es La Nada, El Vacío, El No-Ser. El llanto y el rechinar de dientes encerrados en la habitación del hotel, mientras ahí fuera la ciudad languidece, más gris que nunca, muerta de aburrimiento.
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