En muchos países occidentales ese feminismo de género consiguió una gran relevancia gracias a unas millonarias ayudas públicas. Con la excusa de defender la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades para las mujeres -es decir, las metas del feminismo de equidad-, el feminismo de género empezó a convertirse en un extraordinario negocio político alimentado por todos los contribuyentes.
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