El otro día subieron a un tren regional una madre y sus dos hijas. Subieron a un vagón casi vacío y las niñas dijeron que querían sentarse sin su madre, jugar a que viajaban solas por el mundo. A la madre le pareció bien, se acomodó unos cuantos asientos detrás y aprovechó para leer tranquila un libro en el tren, ese pequeño placer. El vagón seguía casi vacío cuando un par de paradas más tarde subió un tipo joven. Se sentó en los asientos de al lado de las niñas pero con el pasillo en medio.
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