Resulta sorprendente comprobar cómo, cuando se habla de las gigantescas obras de ingeniería que marcaron los siglos XIX y XX, hay una que suele brillar por su ausencia. Desde luego, no faltarán la menciones a los canales de Suez o de Panamá, pero será rara la mención al Transiberiano, inaugurado en 1903 tras doce años de durísimos trabajos de éxito sorprendente.
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