En 2002, con 17 años, llegó a España vendida por 300 euros por una red de trata que operaba desde Rumania. Pasó por 40 prostíbulos. "Hay un sistema de multas por no cumplir los horarios, por tardar más en habitaciones, por masticar chicle, por contestar mal a un putero. Entonces todo eso de la libertad de elección no es cierto: no puedes tratar mal a un putero porque el proxeneta va a perder la clientela. Lo que me quedaba era para sobrevivir y seguir enganchada a las drogas y el alcohol. Nos enganchamos a eso para poder sobrevivir".
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