Durante la Segunda Guerra Púnica, entre los años 214 y 212 a.C., los romanos sitiaron Siracusa en su lucha por el control del Mediterráneo occidental. Los mercenarios de origen hispano Moericus y Belligenus jugaron un papel importante en la defensa de la ciudad contra los romanos, permitiendo que los siracusanos resistieran el asedio durante varios años. Sin embargo, Moericus finalmente traicionó a sus aliados y entregó la ciudad a los romanos, lo que les permitió tomar el control de Sicilia al completo.
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