Acaban siendo prostitutas, esclavos laborales o venden sus órganos para rituales mágicos por menos de 50 euros o varios sacos de patatas. Los trafican sus propios conocidos y familiares. Algunos escapan y consiguen narrar el horror vivido. Hay asociaciones que luchan entre amenazas por liberarlos. Menos del 10 por ciento volverá a su casa.
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