El fallecido en el encierro tenía dos hijos, sobrada experiencia en el recorte y era un apasionado del toro. Su familia se preocupaba por esta desmesurada pasión: su hermana menor temía el fatal desenlace. El animal le asestó una cornada en la yugular cuando auxiliaba a un vecino de 80 años que había sufrido una lipotimia durante el festejo.
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