Sus gritos agónicos se escuchaban por toda la calle. Sostenida por su hija para no desfallecer, María Morena Ligalig llora la muerte de su hijo Jerold en la morgue del barrio de Navotas, en Filipinas. Apenas unas horas antes, el joven, de 34 años, bebía en la calle cuando dos desconocidos le dispararon desde una moto. Jerold, en silla de ruedas, no pudo escapar. Murió en el acto. Cuando la familia Ligalig sale de la funeraria, Orly Fernández, jefe del negocio, escribe los datos del fallecido en la pizarra que hay en su oficina. Señala tres no
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