Cantaba Juan Luis Guerra que ojalá lloviese café en el campo. Lo que ha llovido en Salamanca, de forma sorpresiva y para tremendo cabreo de un peatón que paseaba de madrugada por el centro de la ciudad, ha sido otra cosa: tortilla y jamón. Suena disparatado, lo sé; pero esa es la peculiar precipitación en forma de patatas, huevos y embutido que le cayó encima a un transeúnte hace unas semanas en la ciudad.
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