Son las heridas abiertas de una crisis que nos ha estafado a quienes tenemos menos de 40 años. Somos jóvenes para tener un buen puesto de trabajo, casa, hijos y futuro, pero muy viejos ya para las administraciones públicas y para el mundo de los sueños. Nos hicieron creer que íbamos a vivir mejor que nuestros padres y resulta que hay meses que le tenemos que pedir dinero a ellos, que tienen pensiones sencillas, para poder llegar a final de mes.
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