Allí donde la espalda pierde el nombre, en los seres humanos disponemos de un reservorio de grasa dividido en dos glúteos prominentes. Sin embargo, a la ciencia no le queda muy claro por qué. La inversión energética y evolutiva requerida para generar las protuberancias corporales humanas es tal que parece sugerir la existencia de otra razón. La naturaleza no suele gastar tanto en rasgos que podrían ser suplidos por otros más baratos: por ejemplo, una diferente coloración de la piel en las zonas que quiere que llamen la atención.
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