A las empresas de pequeño tamaño y a los autónomos cada vez les cuesta más mantener abierto un local. Y decenas de miles de ellos, cuyos negocios no requieren tener una puerta abierta al público o alojar un proceso productivo, han acabado por cerrarlos. En unos casos, por la clausura de la actividad, y en otros, por haber optado por el teletrabajo y por sustituir las reuniones presenciales de los socios o la plantilla por encuentros telemáticos.
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