En 1963 un joven José Aracil se disponía a proyectar una comunidad de vecinos. Había estudiado modelos europeos, de los Smithson y Le Corbusier, y algunos rusos, y entendía la diferencia con lo que existía en la España de la postguerra. El resultado fue una comunidad que generaba un microcosmos perforado en el que durante 30 años convivieron generaciones de familias, hasta que poco a poco, ha comenzado a desaparecer en "el principio y fin de una utopía".
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