Los jóvenes universitarios españoles, al menos una parte no desdeñable de este colectivo, ya no espera tener un título, estar formado, para emigrar. Ahora emigran para formarse. Puede ser por elección, pero también, como en el caso de Miguel, por obligación: a su familia le sale más barato que estudie en Toulouse que en Madrid. ¿Es posible?
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