—¿Tienes miedo? —No, ninguno. Cuesta creer esa respuesta en boca de quien no hace mucho salió de su casa a comprar el pan y se topó con unas pintadas en la fachada de su casa. Era temprano. El rojo lo llenaba todo, el telefonillo, la puerta, el buzón… Simulaban una diana y en el centro de los círculos concéntricos había pegadas varias fotos con las caras de sus cuatro hijos.
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