El caso de este hombre es sintomático. Su vida debería ser un camino de rosas hasta el día de su muerte. Tiene un trabajo estable que le motiva. Es feliz con su mujer. Y sus tres hijos son mayores y autosuficentes. Pero algo falla. Sufre anorexia y lamentablemente tiene todas las papeletas para ser invisible porque no da con el retrato robot de una persona anoréxica. No importa que su discurso pida auxilio a gritos con cada palabra: “simplemente no como lo suficiente. Creo que estoy gordo”.
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