Cuando en 1941 la Wehrmacht llegó a Minsk, la capital de Bielorrusia, encerraron a los judíos en un ghetto. Entre los recluidos había una joven militante comunista, María “Masha” Borisovna Bruskina, que vivía con su madre. Sólo tenía 17 años y se fugó del ghetto para unirse a la resistencia. Estuvo en las primeras células clandestinas. Se tiñó el pelo de rubio y adoptó el nombre de su madre, que no era judía.
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