Pero vino lo peor. Un porrazo en la nuca que me paralizó por completo durante unos segundos. De pronto dejé de sentir que tenía un cuerpo y me desplomé. Caí al suelo de una pieza. Ahí supe qué es el miedo. No sentía mi cuerpo, daba órdenes a mis brazos para sujetar la cámara pero eran inútiles. Desde el suelo seguía viendo como me miraba un policía. Se me nubló la vista y perdí la conciencia durante un par de segundos. Cuando la recobré, el jefe había ordenado retirada.
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