De un tiempo a esta parte leemos con aprensión que algunas personas de relevancia pública solo necesitan dormir tres o cuatro horas al día, sin merma de sus facultades físicas y mentales. Ello nos sitúa de inmediato en una incómoda desventaja respecto a famosos insomnes como el juez Baltasar Garzón, Margaret Thatcher, Donald Trump, Madonna, Bill Clinton o Alfredo Pérez-Rubalcaba.
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