En una guerra, las motivaciones para ir al frente a luchar suelen ser de las más variopintas. Desde los que luchan por su principios -ya sean por uno u otro bando- , como medio de ganarse la vida, por obligación al ser reclutados por sus ejércitos... o por simple mala suerte. En este último contingente entrarían todos aquellos que, sin comerlo ni beberlo, se ven inmersos en medio de la vorágine bélica y obligados a luchar quieran o no. Esto mismo fue lo que le sucedió al coreano Yang Kyoungjong...
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