Era mayo de 1999, tenía 21 años y le angustiaba una deuda de 500 dólares con el hospital en el que estaba internada su hija, de tres años, con asma. Por estar al lado de la pequeña perdió sus dos trabajos: en un supermercado de lunes a viernes y los fines de semana como bailarina en una discoteca de Pereira, Colombia. Entonces apareció "un ángel”, o eso creía ella.
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