Como parte de la investigación judicial de los abusos sexuales que 300 sacerdotes cometieron en Pensilvania, se reveló que Michael Freeman, uno de los acusados, ya fallecido, había cometido los mismos delitos antes de llegar al estado, mientras estaba en la diócesis de Buffalo. Un hombre de 49 años, que asistía a la iglesia católica en esa localidad del estado de Nueva York, era un adolescente cuando Freeman le apuntó con un arma a la cabeza para obligarlo a practicarle sexo oral, en más de una ocasión.
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