Leer. Leer es lo más guay del mundo, dice ese discurso un poco meapilas. A la mayoría de la gente, lo cierto es que no le gusta. En mi opinión es igual de agradable que una patada en los cojones comparado con otros medios de transmitir información. No hay competición, ya somos adultos pero seguimos teniendo una voz como la de mamá contándonos cuentos al oído para que durmamos bien tranquilos, en forma de radio, televisión…
Leer es un medio de transmitir información y, por muchos que hayan adquirido cierto gusto por tal método, no deja de ser entre arcaico y rupestre. Con su ventajas e inconvenientes propios, como todos. Y claro, está la parte cultureta de la sociedad con su “leer mola” y la mayoría restante más bien con lo opuesto, algunos con su “¿pa que quieres saber eso?”.
De la expresión anterior se evidencia que una parte de la sociedad jamás estará interesada en la información que se obtiene, que es para lo que realmente se lee. Pero tal vez ya no sea tan mayoritaria. Leer es casi un disgusto, pero la información que se obtiene no suele hallarse por otros medios.
Si recordamos el pensamiento de Marx acerca de los poseedores de los medios de producción tendremos que asimilar que toda producción audiovisual tradicional viene directamente de esos estratos sociales. Inequívocamente, el mensaje puede ser más o menos diverso pero tendrá un sesgo ineludible como factor sine qua non.
Escribir sin embargo no requiere más que un boli y un papel. Viniendo a tiempos más presentes incluso algún tipo de producción audiovisual modesta puede ser factible desde otros estratos sociales pero las vías de difusión, nuevamente, como medios de producción, pertenecen a esa clase capitalista por definición. La tecnología ha mejorado algunas cosas pero no ha cambiado realmente las reglas del juego.
Así tenemos como resultado que una parte de la sociedad minoritaria controla la comunicación de masas mientras el resto permanece a efectos prácticos sin voz, algo análogo a lo que sucede también en política y en otros ámbitos.
Por eso cuando se nos anima desde la parte más políticamente correcta de la sociedad a leer no cabe más que desconfiar. Nada suele ser bueno o malo sin ambages, si es que tales nociones tienen sentido. La lectura es de hecho un deporte de riesgo. De hecho leer sin tener la capacidad de pensar con un cierta profundidad en lo leído, es más bien contraproducente. El adoctrinamiento es realidad la anulación de la capacidad crítica, de discrepancia y de duda. El dogma no se cuestiona. Y el axioma tampoco.
Para leer hay que saber pensar. Si uno cae en un texto sin la capacidad crítica adecuada puede acabar creyéndose cualquier cosa. Y no en vano la bíblia es el texto más impreso del mundo.
Que algo sea cierto en un texto, no convierte al texto en verdadero por completo. Del mismo modo que el hecho de contener una mentira, o un error, o un dato incorrecto, no lo impugna en su totalidad.
Es pura lógica, por supuesto que tales situaciones nos van a dar también información, pero vamos a tener que abandonar esa posición binaria en la que tal vez por condiciones culturales tendamos a estar tan cómodos. Sí o no, izquierda o derecha, a favor o en contra. De repente sólo hay dos personas en el mundo en vez de más de siete mil millones.
Aprender a leer es aprender a dudar. De quién se supone que cuenta algo, de cómo, cuándo y por qué.
No es cuestión de dar claves, la comunicación está bastante estudiada en sus bases, lo determinante es cómo nos aproximamos a esa información, confiados como corderos camino del matadero o con ánimo de investigador socrático. Y es que en realidad, nadie sabe nada.
Nos gusta pensar que sí, por supuesto, esto lo sé, esto no, esto fue de aquella manera y no de la otra, hayamos estudiado el asunto más o menos. Pensar forma parte de estudiar. Mirar como se seca la pintura. Leer y leer de forma acrítica puede hacerte más ignorante que culto. Del mismo modo, pensar sin ninguna referencia puede parecerse un poco a deambular.
Es la duda la que suscita la curiosidad, la necesidad de saber, el motor del conocimiento. Aristóteles dijo “el principio de la sabiduría”. Sin duda no hay actividad intelectual, tan sólo motora. Y es de la duda de lo que se nos protege desde la comunicación de masas.
Porque la información no se presenta en la forma de abrir un debate o un espacio de reflexión, se presenta en términos de hechos, muchas veces falsos, otras sólo expuestos de forma torticera y retorcida y otras veces la manipulación consiste en la simple omisión.
Y realmente dudar es un esfuerzo medible en términos biológicos. Tanto como lo es levantar un peso o desplazarse una distancia. Conservar en la memoria dos versiones distintas de un hecho ocupa el doble que conservar una sola. Y eso es dudar, tener en cuenta ambas o diversas posibilidades. Y entonces, ¿conforme a que realidad se actúa? Conforme a varias, si eres capaz.
Del mismo modo que jugamos por mera diversión con el doble sentido de las palabras. Pero por mucho que te acostumbres y tenga sus pequeñas luces, leer seguirá siendo un mal necesario.
De escoger lecturas, que como leer en sí mismo, es otro pequeño arte, ya hablamos otro día...