Los enamorados ignoran la abrumadora evidencia de que su pasión es perecedera, efímera y volátil. Esta es la prueba más concluyente de que estamos ante una formidable arma de idiotización masiva. En nuestra sociedad, cuando uno es requerido a hablar del amor, se diría que resulta poco menos que obligado hacerlo en términos elogiosos, cuando no abiertamente entusiastas.
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