El ser humano no es plenamente consciente de todos los sesgos cognitivos a los que recurre su intelecto para lidiar, día tras días, con la multitud de estímulos a los que está sometido. Se trata de atajos que, por un lado, facilitan y agilizan la capacidad de procesamiento a fin de ofrecer respuestas eficaces en tiempos reducidos y, por otro, liberan la mente de cómputos innecesarios para así evitar una sobrecarga excesiva de ésta.
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