Cada vez me encuentro con más gente que, en mitad de una conversación, me suelta aquello de “no tengo tele”. Y no es porque no puedan pagarla; hablo de gente que sí tiene smartphone y nikes y Levi´s y coche. Hablo de gente que no tiene tele porque ha elegido no tenerla, y que no duda en proclamarlo orgullosamente a la primera de cambio, como si carecer de este electrodoméstico fuese bueno en algún sentido. Como si eso les hiciera mejores personas. Más cultas. Más libres.
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