Los hombres también se someten a sus alargamientos y a implantes de abdominales.El mercado reclama esas cualidades como reclama la lectura de Bucay. Porque, en definitiva, nuestro cerebro ha sobrepasado esa preferencia por Pamela Anderson, una iniciadora en este desaforado tunning. Pero ahora prima la estética de Gargantúa y Pantagruel, una búsqueda del gigantismo mamario que convierte a todas las actrices porno en barbies trufadas dentro de un mismo patrón. La variedad se va diluyendo y los implantes se generalizan como un reclamo publicitario
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