El Gobierno no informa de las decenas de miles de menores secuestrados cada año y los organismos internacionales orillan el problema para evitar conflictos diplomáticos. Xiao Chaohua y su esposa, Xiong Shuifeng, nunca olvidarán el día de San Valentín de 2007. Desde las nueve de la noche de aquel 14 de febrero, les duele la vida. A esa hora de ese día, su hijo Xiao Xiaosong, entonces de cinco años, fue raptado cerca de su casa en Huizhou (provincia sureña de Guangdong), y no lo han vuelto a ver a pesar de que lo han buscado sin descanso.
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