En esto de la corrupción, como en todo, hay niveles. Están los principiantes, que cargan a las arcas públicas sobresueldos en forma de kilómetros imaginarios; a continuación vienen los expertos, que viven a pie de Rey organizando eventos ficticios después de dar un braguetazo y finalmente están los que denominaremos “nivel Dios”, capaces de gastarse las pensiones de los jubilados en farras con el chófer, sin escatimar en lumis y farlopa.
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