Confinados durante dos meses en sus domicilios, millones de personas han sufrido en sus carnes la dura realidad del mercado inmobiliario español. Vivimos en pisos, a menudo pequeños, casi siempre sin terrazas o espacios al aire libre. Es probable que el coronavirus despierte un renovado apetito por las casas a las afueras, más cerca de la vida rural. Si es así, Suecia ha puesto a la venta el sueño de todo hombre o mujer campestre.
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