El presidente de la Generalitat, Francisco Camps, pasará a la historia de la Comunidad Valenciana por muchas razones, pero seguro que por ninguna de las que le gustaría ser recordado. Una será la renuncia a una de sus más queridas banderas, la que enarboló con más energía cuando en junio de 2003 llegó a la presidencia del Consell: la defensa del valenciano. Esta es la historia de una deserción.
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