La mera decisión de realizar un acto de generosidad activa la zona altruista en el cerebro y refuerza la comunicación con la zona cerebral de la felicidad, ha descubierto un estudio. Eso significa que la generosidad provoca felicidad y que este efecto se desarrolla en el cerebro incluso antes de realizar el acto de generosidad. El descubrimiento cuestiona el pensamiento dominante en economía.
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