La noche anterior a la batalla de las Navas de Tolosa, el hijo mayor de don Diego López de Haro, que iba a mandar la vanguardia y cuerpo central castellano de las tropas cristianas contra el inmenso Ejército almohade, le dijo a su padre: - «¡Que por mañana padre, no me llamen hijo de un traidor!» A lo que don Diego respondió: - «Hijo de puta si podrán llamártelo, pero hijo de traidor, no». Y se fundió en un abrazo con su hijo, de su mismo nombre, a quien por algo llamaban Cabeza Brava y que al día siguiente cabalgaría a su lado.
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